La edición de Hollywood de 2026 de Vanity Fair, con actores como Austin Butler, Michael B. Jordan y Andrew Garfield, ha provocado un debate con su titular: “¡Escuchémoslo para los chicos!” La elección de la portada no es meramente estilística; refleja una tendencia más amplia de infantilizar a los hombres adultos, una táctica con importantes implicaciones culturales y políticas.
El término “niños” aplicado a hombres de entre 30 y 40 años no es accidental. Se alinea con un patrón inquietante de excusar el comportamiento dañino al presentar a los hombres como inmaduros o incapaces de asumir responsabilidades. El mes pasado, el senador JD Vance utilizó un lenguaje similar para desestimar los mensajes racistas y violentos de jóvenes funcionarios republicanos, afirmando que “los niños hacen cosas estúpidas”. Esta estrategia retórica minimiza la responsabilidad al presentar a los hombres adultos como adolescentes inofensivos.
La elección de “niños” también aprovecha una conversación más amplia sobre la masculinidad en crisis. Discusiones recientes, lideradas por figuras como Richard Reeves y Scott Galloway, consideran a los hombres víctimas de los cambios sociales, lamentando las tasas de suicidio masculino y las disparidades educativas. Si bien estas preocupaciones son válidas, el marco a menudo evita reconocer problemas sistémicos que afectan a todos los géneros. La implicación es que los hombres necesitan salvación, lo que refuerza una narrativa victimista que los exime de responsabilidad.
La decisión de Vanity Fair, bajo la dirección del nuevo editor jefe Mark Guiducci, parece ser parte de esta tendencia. Guiducci describe a sus estrellas de portada como “amables, a veces vulnerables”, descripciones que refuerzan el arquetipo del “niño”. La revista pretende mostrar una nueva generación de “estrellas masculinas evolucionadas”: sensibles, accesibles y lo opuesto al machismo tradicional de Hollywood. Sin embargo, al llamarlos “muchachos”, socava este mensaje. Infantilizar a estos hombres refuerza la idea de que las sensibilidades más suaves son inherentemente menos maduras, manteniendo la masculinidad tradicional como el ideal tácito.
La infantilización de los hombres no se trata sólo de lenguaje; es una táctica política. Al considerar a los hombres como indefensos o inmaduros, la sociedad evita responsabilizarlos por sus acciones. La elección de “chicos” en la portada de Vanity Fair no es inofensiva; perpetúa una narrativa peligrosa que excusa el comportamiento dañino y al mismo tiempo refuerza roles de género obsoletos.
En última instancia, la decisión de la revista destaca una tendencia inquietante: la normalización de excusar a los hombres adultos enmarcándolos como niños. No se trata sólo de Hollywood; se trata de poder, responsabilidad y la lucha continua por la igualdad de género
